Carta Al Líbano
A veces me niego a creer que la vida pudo ser tan cruel apartándome de ti, yo que te he amado tanto; a ti que mereces ser amado tanto.
Has sido simplemente “todo” para ese orgullo mió que siento deberte, y digo “has sido” porque lo fuiste, lo eres y lo seguirás siendo por el resto de mi vida, aunque quizás esté lejos de ti.
Bendigo cada lágrima que derramaron mis ojos sobre tu suelo y por ti y me arrepiento por cada una derramada lejos de ti. Aquel nudo que un día sentí en mi pecho al dejarte me acompañaron hasta reencontrarte.
Contigo tracé todas las barreras del querer, sentí lo feliz que se puede ser, aprendí que la esperanza no se puede perder y me di cuenta que quererte es el verdadero placer.
De ti me queda la tolerancia ante las diferencias, la paciencia ante el dolor, la fuerza ante la decisión, la fe en que si se puede y el amor ante todo, también me consuela la grandeza de tu gente, las lecciones de tu historia, la magia de tus cedros, la belleza de tus campos, montañas y ciudades y sobre todo la gran patria que siempre has sido.
Me queda agradecerte cada segundo que me permitiste estar sobre tu suelo y cada lección que tu historia le dio a mi vida, sobre todo, no doblegarnos ante las dificultades y no dejarnos vencer por la envidia y la avaricia de aquellos que te destrozaron un día.
No se me olvida, y a nombre de muchos, pedirte perdón por alegar que las dificultades nos obligaran a abandonarte cuando más nos necesitaste y te dejo la promesa de algún día volver.
Has sido simplemente “todo” para ese orgullo mió que siento deberte, y digo “has sido” porque lo fuiste, lo eres y lo seguirás siendo por el resto de mi vida, aunque quizás esté lejos de ti.
Bendigo cada lágrima que derramaron mis ojos sobre tu suelo y por ti y me arrepiento por cada una derramada lejos de ti. Aquel nudo que un día sentí en mi pecho al dejarte me acompañaron hasta reencontrarte.
Contigo tracé todas las barreras del querer, sentí lo feliz que se puede ser, aprendí que la esperanza no se puede perder y me di cuenta que quererte es el verdadero placer.
De ti me queda la tolerancia ante las diferencias, la paciencia ante el dolor, la fuerza ante la decisión, la fe en que si se puede y el amor ante todo, también me consuela la grandeza de tu gente, las lecciones de tu historia, la magia de tus cedros, la belleza de tus campos, montañas y ciudades y sobre todo la gran patria que siempre has sido.
Me queda agradecerte cada segundo que me permitiste estar sobre tu suelo y cada lección que tu historia le dio a mi vida, sobre todo, no doblegarnos ante las dificultades y no dejarnos vencer por la envidia y la avaricia de aquellos que te destrozaron un día.
No se me olvida, y a nombre de muchos, pedirte perdón por alegar que las dificultades nos obligaran a abandonarte cuando más nos necesitaste y te dejo la promesa de algún día volver.
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